La divina voz
Señor, tu voz escucho por doquier:
en el estruendo del trueno aterrador,
en el rugir de la onda borrascosa,
del viento huracanado en el rigor.
En la inmensa montaña majestuosa,
del río en las aguas caudalosas,
en los llanos, los bosques y los prados,
y en las flores fragantes y preciosas.
Todo me habla de ti, todo me dice
que eres bueno, grande y poderoso.
¿Cuan inmenso el universo que has creado!
¿Cuan inmenso, Señor, y poderoso!
Pero la voz que yo mejor comprendo
es la voz sacrosanta de tu amor,
revelada a los hombres, cuando
enviaste a la tierra al bendito Salvador.
Esa voz que me invita a que me allegue
hasta ti, a pesar de mi pecado;
esa voz que me dice tiernamente:
"Por amor de Jesús te he perdonado".
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